El único sobreviviente del secuestro de los diputados del Valle reflexiona sobre la reparación moral, la reconciliación y el papel de la memoria para las nuevas generaciones en un país que aún lucha por superar la violencia.
Después de pasar casi siete años secuestrado por las FARC, ¿cómo diría que esa experiencia marcó su vida y la de su familia?
“Imagínate… un secuestro te quita todo. Me quitaron ver crecer a mis hijos, abrazarlos, compartir con mi familia. Fue muy doloroso. Eso quedó marcado para siempre, pero hemos venido superándolo, saliendo adelante”, reconoce López.
Cuenta que su familia vivió también ese cautiverio: su madre y esposa soportaron la angustia diaria, y sus hijos crecieron con la ausencia. Sin embargo, resalta que han logrado reconstruir la vida poco a poco, priorizando lo esencial.
¿Cómo fue reconstruir la vida cotidiana después del secuestro y de una acusación tan devastadora? ¿Se puede volver a confiar en las instituciones, en la gente?
López explica que el regreso a la vida civil fue un proceso de aprendizaje. “Después de lo que me pasó entendí que hay que disfrutar la vida cada minuto, cada día. Nos queda poco y con lo poco que queda, hay que disfrutarlo. Lo más importante es el tiempo que se entrega a quienes uno ama: la familia, los hijos”.
Sobre la política, dice que ya no quiere estar en primera línea. “No quiero volver a la política. Aunque a veces siento ganas porque el país está en una situación muy difícil, me molesta mucho el lenguaje de la polarización, la descalificación del adversario. Eso no conduce a nada bueno”.
Por eso decidió crear la Corporación Colombia Sin Odio, para trabajar en la reconciliación desde otro enfoque.
¿Qué parte de sí mismo quedó allá, en la selva, y qué parte logró recuperar con los años?
“El Sigifredo de ahora es mucho más humano, más empático, más amoroso. Reservo mi tiempo para las personas y causas que verdaderamente amo”, afirma. El cautiverio le enseñó a dar valor al tiempo y a priorizar lo esencial. La selva le quitó años, pero también le reveló una fortaleza interna que hoy lo hace valorar cada instante.
Muchos jóvenes desconocen esta parte de la historia reciente. ¿Qué emociones o reflexiones espera despertar en las nuevas generaciones al ver esta historia en la gran pantalla?
“Imagínate que los jóvenes de hoy no conocen esto. Y los niños tampoco. Ya no se enseña historia patria en los colegios, y eso hace que las nuevas generaciones crezcan con vacíos”, lamenta.
Recuerda que quien no conoce la historia está condenado a repetirla. “Es un infortunio que así sea, pero estas generaciones no conocen la historia del país y eso es peligroso. Por eso es importante contarla”.
Si compara la violencia que se vivía en la época de su secuestro con la que enfrenta hoy el país, en el marco de la llamada ‘Paz Total’, ¿qué diferencias y similitudes encuentra? ¿Cree que Colombia está realmente más cerca de una paz estable o seguimos repitiendo ciclos de violencia con nuevos actores?
Aunque en esta intervención evita entrar en detalles políticos, deja claro que no le gusta el clima de polarización actual y que Colombia sigue arrastrando las mismas fracturas, aunque con actores diferentes.
“Yo siempre creí en la socialdemocracia y no quería morirme sin ver un gobierno así en Colombia. Pero tengo que decirle que lo que he visto no me gusta del todo. Ha habido cosas positivas, pero también otras con las que no puedo estar de acuerdo”, afirma.
La memoria como reparación moral
Sobre el documental que revive su historia, López afirma:
“Estoy muy contento porque el documental es una reparación moral. Es objetivo, contrasta opiniones e ideologías de lado y lado. Está hecho con respeto por la dignidad de las víctimas, y cinematográficamente quedó muy bien logrado”.
Cree que este tipo de producciones son vitales para que la memoria no se pierda y para que las nuevas generaciones comprendan el costo de la violencia.